El crepúsculo esmeralda del bosque olvidado se filtraba a través de la densa copa de los árboles, salpicando de luz el suelo cubierto de musgo donde Anya se arrodillaba. Días de exploración implacable la habían dejado exhausta, con la frustración royéndole el ánimo como un insecto incansable.
El mapa desgastado se aferró a su mano, una vez un faro de esperanza, ahora se sintió como una broma de сeɩ. Al igual que se disgusta para envolverla, un destello de oro puede hacerla.
Entre las hojas en descomposición y las raíces retorcidas yacían un objeto curioso: un disco dorado, intrincadamente tallado con patrones de remolino que parecían retorcerse y torcerse a la luz de la vida.
Su superficie, lisa como el vidrio pulido, reflejaba el rostro atónito de Anya, distorsionado y etéreo. Sin embargo, fueron los intrincados símbolos grabados en ella los que la cautivaron.
Eran diferentes a cualquier idioma que haya visto, un código críptico susurrando historias de un ɩo -st сⱱ ɩ ow las a. Un escalofrío corrió su columna vertebral, una mezcla de fe y euforia. Este no era un tesoro ordinario; Era un portal para un pasado, un enlace tangible a un pueblo que hace mucho tiempo. En ese momento, el estado del bosque parecía tararear con voces invisibles, sus historias grabadas en el disco dorado. Anya sabía, con una certeza que desafió la lógica, que su гoɩe no era simplemente poseer este artefacto, sino convertirse en su guardián, desentrañar los secretos que iba y llevar las voces de la Foutteп a la luz. El tesoro había dado un giro, lo que llevó a Anya a no a las riquezas, sino a una “espera de ser”.