Desesperado por ser libre, el perro encadenado se lastimó intentando soltarse, dejando sangre en el suelo y esperanza en su mirada.

Bella, una perra egipcia que enfrentó penurias inimaginables, pasó toda su vida confinada en un pequeño balcón del tercer piso. Atada por una cadena de hierro, vivía aislada y abandonada. Los transeúntes rara vez la veían, demasiado preocupados por sus propias vidas como para pensar siquiera en la perra encadenada.

Un día, debilitada por el hambre y el agotamiento, Bella tomó una decisión desesperada que cambiaría su destino. Con un salto de desesperación, se arrojó por el borde del balcón. La cadena que la había atado durante tanto tiempo se enganchó en la barandilla, dejándola colgando en el aire.

El tiempo parecía interminable mientras Bella colgaba allí, con las fuerzas menguando a cada instante. Durante cinco horas agonizantes, permaneció suspendida, con la vida colgando de un hilo. Finalmente, rumores de preocupación llegaron a oídos de Lauren Connelly, una especialista estadounidense en rescate de animales.

Lauren y su equipo corrieron contrarreloj, recorriendo el laberinto de las calles de El Cairo para llegar a Bella. Cuando finalmente llegaron al edificio de apartamentos, la encontraron a punto de morir. Con cuidado, la levantaron temblorosa; su cuerpo demacrado era un claro testimonio de años de abandono. Bella fue trasladada al cuidado de la Sociedad Egipcia de Ayuda a los Animales, donde comenzó su camino hacia la sanación.

Bajo el cuidado dedicado de veterinarios y voluntarios, Bella recuperó poco a poco sus fuerzas. Su ánimo, aunque maltrecho, se reanimó con cada día que pasaba. La noticia de la difícil situación de Bella se difundió, captando la atención de personas de todo el mundo, incluyendo a una mujer de Massachusetts profundamente conmovida por su resiliencia.