Hay personas que adoptan a un perro como mascota tal vez por el simple hecho de necesitar alguna compañía o para resguardar sus propiedades, pero nunca establecen un verdadero vínculo amoroso con el animal.

El perro estaba en el patio de la casa donde vivía, atado a un árbol con tanta fuerza que no podía ni mover la cabeza. No tenía comida ni agua y de cualquier modo no hubiera podido alcanzarla.

Le avisó a la policía y lo único que podía hacer Kerry era esperar a que los agentes hicieran su trabajo y sacaran al perro de la propiedad donde vivía.

Cuando a Max le hicieron unos exámenes médicos y dio positivo por presentar gusano del corazón o dirofilariasis canina y, además falló en algunas pruebas de comportamiento, el refugio pidió entrevistarse con los miembros de la organización Don’t Bully Us Rescue.

Como Kerry era parte de la institución, se decidió que ella sería la que criaría al perro. La rescatista estaba feliz de darle al can una segunda oportunidad en la vida que tanto merecía. Comprobó que es un perro dulce y amable a pesar de que el refugio advirtió lo agresivo que podía ser.

«Le encanta jugar. Juega conmigo en la oficina cada día. A veces mastica su hueso mientras yo trabajo y nunca ladra a los niños ni al cartero que pasan por allí. La familia perfecta para Max sería una que fuese activa y le encantara ir de paseo», dijo Kerry.

A pesar de que Max fue un perrito maltratado por su dueño y estuvo a punto de morir en condiciones de maltrato, el futuro que ahora se le abre es prometedor.