Es desgarrador cuando alguien decide que ya no quiere a su perro, y aún más devastador cuando lo abandona a su suerte, sin cuidados ni alimento. Esta desafortunada cachorra fue cruelmente abandonada por su dueña, sin mostrar ninguna consideración por su bienestar.

La llevó a casa, le preparó un lugar de descanso cómodo y se comprometió a cuidarla a pesar de tener solo tres meses y el camino por delante estaba plagado de dificultades. Las visitas diarias a la clínica para que le pusieran inyecciones mejoraron poco a poco su estado; recuperó el apetito y se sintió mejor, aunque seguía ansiosa y temerosa sin su salvador cerca.

Sin embargo, su salud era frágil, y sus constantes dificultades se confirmaron durante otra visita a la clínica, donde las interacciones lúdicas con otros animales le brindaron un breve respiro. Los resultados de las pruebas indicaron cierta mejoría, pero el moquillo en fase avanzada seguía afectándole. Decidido a brindarle la mejor vida a su cachorrita, el hombre se preparó para todas las posibilidades. Involucró a su familia en su cuidado: su hijo, que adoraba jugar con ella, y su hermana, veterinaria, quien la acogió en su casa para brindarle atención profesional.

A pesar de sus mejores esfuerzos, evaluaciones posteriores mostraron que su condición se deterioraba; sus piernas comenzaron a entumecerse, lo que indicaba la cruda realidad de que podría no sobrevivir. Al acercarse el final, su nueva familia se reunió para apoyarla, con la esperanza de que sintiera su amor en sus últimos momentos.