Cuando una llamada urgente de auxilio llegó a oídos de una mujer dispuesta a todo, comenzó la carrera contrarreloj. Era una solicitud de ayuda para un perro muy débil, abandonado hacía poco. Se reunió un equipo de voluntarios e intentó localizar al desafortunado animal. Sin embargo, una vez encontrado, los rescatistas se hundieron en un mar de tristeza. Negrito, como más tarde lo llamarían, estaba demacrado, con costillas prominentes y ojos que sugerían ceguera parcial. Era una visión desgarradora.

Negrito había quedado abandonado el día anterior, según contó la mujer que lo denunció. Nadie lo había ayudado en esas horas; de hecho, lo habían ahuyentado. Probablemente también tenía la espalda rota, además del sufrimiento que experimentaba en esas condiciones. El perro, cuando llegaron los rescatistas, no opuso resistencia. Además, estaba al borde del colapso, y fue colocado con facilidad y delicadeza en el coche.

Un examen más detallado por parte del veterinario reveló múltiples heridas abiertas en su cuerpo. Entre maltrato y heridas de supervivencia en la calle. Primero, las heridas de Negrito necesitaban ser limpiadas y desparasitadas. Sus largas uñas necesitaban ser cortadas y le administraron medicamentos para prevenir infecciones. Al principio, el perro no podía tragar el biberón que le ofrecían, pero durante la noche mostró signos de mejoría.

A pesar de su agresividad a veces, sus cuidadores mantuvieron la paciencia y le brindaron cariño y cariño. Negrito recibió las vacunas necesarias, y fue entonces cuando le pusieron el nombre “Negrito”, debido a la oscuridad que había padecido. Su apetito mejoró y empezó a comer con gusto. Aunque aún le costaba caminar solo, sus cuidadores estaban decididos a apoyarlo en todo lo posible.