Solo basta una cosa que por mínima que parezca puede hacer la diferencia para salvar a un perro. Hay quienes en medio de su apatía deciden seguir de largo y fingir que en las calles hay muchos peluditos vulnerables;

Desafortunadamente, la realidad para cada perrito es diferente, especialmente para aquellos que pasan sus días intentando sobrevivir en las calles.

Estaba muy asustado, temblaba por el frío, de miedo o hambre. O quizá una mezcla de todo, esto hizo que comiera un poco de rocas y tierra lo que más tarde terminó por empeorar su situación.

Por fortuna, un grupo de rescate local de Rusia supo de su caso y rápidamente se acercaron hasta el lugar para brindarle toda la ayuda que necesitaba.

Después de todo lo que había pasado le costaba confiar en las personas, por lo que los rescatistas tuvieron que llenarse de mucha paciencia para acercársele sin que el perrito se sintiera aún más abrumado.

Tras una serie de exámenes lograron determinar que tenía cerca de dos meses de edad, estaba deshidratado y desnutrido, lo que más preocupó a sus rescatistas es que tenía dos gusanos en su cuerpecito. Estos suelen aparecen en heridas y ulceras.

Era necesario que actuaran cuanto antes, para así evitar que las larvas siguieran provocando daños, de lo contrario, pudiera ocasionarle consecuencias muy graves.

Los primeros días no fueron nada fáciles, el perrito parecía sumergido en su propio mundo dentro de la perrera, no salía de la esquina y se intimidaba cada vez que alguno de sus cuidadores intentaba acercársele.
Sus cuidadores pensaron que era posible que haya sido maltratado por sus antiguos dueños.

No solo debían tratar sus heridas físicas, también sus heridas emocionales, estas llevaron un poco más de tiempo, pero con mucho amor y paciencia logaron que el perrito saliera de su caparazón.

Ya han pasado dos meses desde su rescate y la transformación de Dimka es increíble. Ahora ama jugar con otros perritos del refugio pero sobre todo tener toda la atención de sus cuidadores.